Treball de Carme Rosario
Según Uriol Salcedo en su Historia de los caminos en España, la respuesta a la enorme distribución y difusión de una red de caminos en época romana responde a una sociedad con un cierto grado de desarrollo económico y social. Los romanos, no solo habían alcanzado un nivel notable en lo que se refiere a las artes en general, sino también en la enorme variedad y difusión de éstas. Sabiendo, además, economizar en lo que respecta a los materiales, que permitirían ampliar el número de obras públicas que se realizaban, fueron alguno de los factores que posibilitaron la enorme difusión de las vías de comunicación en los territorios conquistados.
La conformación del Imperio y la difusión de las calzadas fueron a la par, a medida que iban conquistando dichos nuevos territorios. Según el Itinerario de Antonino fueron 372 el número de calzadas que articulaban todo el Imperio, constituyendo alrededor de unos 80.000 kilómetros; cosa que nos debe hacer pensar en la enorme capacidad constructiva y la rapidez con que se realizaban las obras.
Según la fuente del Itinerario de Antonino, es donde describe una calzada que discurre por la Península. Es la llamada Vía Heraklea; conocida en tiempos de los romanos como Vía Augusta. Según Uriol Salcedo, fue construida por los cartagineses en el siglo III a.C. y llamada Heraklea por Polibio, y Exterior por Estrabón. El nombre actual se debe al emperador Augusto, que fue quién la restauró. Esta vía se desarrollaba hacia el sur siguiendo toda la costa mediterránea hasta Cádiz.
La función de estas calzadas, en época romana, era política; es decir, se utilizaban para fomentar las comunicaciones de los países conquistados, facilitando la movilización de las legiones y así sofocar las rebeliones campesinas; al mismo tiempo, se procuraban instalar los medios de transporte adecuados para abastecer a las metrópolis procedentes de las provincias.[1] Por ese motivo, tenemos que ver esta vía como un camino de conquista.
El territorio
Cuando los romanos iniciaron su andadura por la Península Ibérica sin duda se propusieron el control del Imperio, el comercio así como el de sus colonias y el manejo de las comunicaciones en Hispania. Sobre todo daban mucha importancia a la política, a las soluciones prácticas, a la propiedad estatal del subsuelo y las minas, así como a los esclavos y legionarios, en el sentido práctico, para la elaboración de toda una red de “control” y aprovechamiento del territorio.
Para ello fue importante disponer de una buena y rápida distribución de los caminos en la Península, que primero les sirvieran de herramienta rápida de conquista, y que posteriormente les sirvieran para sus propios desplazamientos así como para la difusión de la lengua, las artes y la cultura romana en definitiva.
“La Península ibérica era rica en productos de primera mano, por lo que pronto se organizó una importante industria extractiva y comercial que basó en una buena red viaria por donde dirigir los productos a la capital del Lacio. Con la pax romana de Augusto, una vez finalizada la conquista, a finales del siglo I d. C. llegó el momento de organizar el comercio. Vías y puertos combinados convertirían a Hispania en despensa de Roma”.[2]
De este modo, también se conseguía otra cosa: facilitar las comunicaciones entre las diferentes colonias, y por consiguiente una mejora en el transporte de mercancías, un favorecimiento del comercio y una agilidad en el control del Imperio.
Las vías que atravesaban la Península prácticamente se encargaban de cubrir todo el territorio. Tal vez sea por este motivo que en épocas posteriores, sobre todo en la Alta Edad Media, no existiera una preocupación de primera mano por construir nuevos caminos o elaborar nuevas rutas.
La construcción de los caminos principales se financiaba por el Estado en época de Augusto, mediante aduanas, caminos (portoria) y las transacciones de impuestos que pagaban los terratenientes por cuyos terrenos pasaba la calzada. También los municipios construían vías secundarias, costeadas por los vecinos. En época de la conquista muchas veces era sufragado por el botín de guerra recaudado.
Los caminos secundarios, que unían las vías principales, los pagaban los municipios y provincias. Un ejemplo de ello es la construcción del puente de Alcántara, el cual fue sufragado por los Igaeditani, Lancienses, Colarni, Lancienses, Transcudani, Arabi, Meidubrigenses, Arabrigenses, Banienses y Palsures, pobladores de la zona. En el mismo puente dice: opus pontis perfecerunt… Lo mismo se puede decir del puente de Chaves, sufragado por los Aquiflauienses, fecerunt pontem lapideum. [3]
Los primeros responsables de la construcción de las calzadas fueron los censores, pero al aumentar el número de ellas y el trabajo a realizar se designaron a especialistas en la materia, los llamados quatuor viri, y en tiempos de Augusto a los curatores viarum.
Aunque, no solo aumentó el número de calzadas, sino también la preocupación por la conservación y reparación de las mismas. Tanto es así que existían documentos legales que contenían disposiciones para el mantenimiento de estas, ya en épocas más tardías. Un ejemplo de ello es el título 3 del libro IV del Código Teodosiano. Este libro era una recopilación de las leyes administrativas, hechas por Teodosio II el Joven en el 438 d.C. Conteniendo también disposiciones del emperador Constantino, en el 319 y de Honorio en el 423, donde se habla de que todos, ya sea el Estado como los municipios, estaban obligados a la conservación de las calzadas.
Por otra parte se creó también un servicio de correo, el cursus publicus, que aparece a partir del siglo IV a. C. Aunque fue en época de Augusto cuando adquirió importancia, siendo el primero en establecer una marca para la medida de las distancias. Es lo que se conoce como miliario. Lo estableció como punto cero de todas las calzadas del Imperio, y, así constituyen, aún hoy, una buena fuente de primera mano para el estudio de las calzadas.
El correo, primero se realizaba a pie, aunque luego se dotó de caballos y carruajes para el transporte de personas y mercancías.
El cursus publicus exigía la posesión de la evectio, una autorización que se presentaba a los gobernadores de las provincias para que las visaran y registraran. Este servicio de correos exigía, tanto para los caballos como para las personas, un lugar donde proveerse de avituallamiento, descanso, cambio de herrajes, etc. Para ello es por lo que se crearon también las postas, que las había de tres tipos: las civitates, que servían para cambiar el forraje y la cuadra; las mutationes, donde se mudaban los tiros y para cambio de caballos, con una capacidad de hasta veinte caballos, y por último, las mansiones, a modo de posadas o albergues para los viajeros, situadas entre 35 y 40 kilómetros, que eran alojamientos con víveres para las tropas, con carros, bueyes y acémilas. [4]
Vía y mansio formaban pues un conjunto estratégico fundamental para la socio-economía de la época. Una se apoyaba en la otra para sobrevivir, mientras que el tráfico de mercancías y personas era indispensable para la prosperidad de la ciudad, la presencia de ésta aseguraba la supervivencia física del camino a la vez que controlaba eficazmente el tránsito por él. Así, prácticamente todas las ciudades comunicadas por la vía son cabeza de puente, a veces múltiple, guardando la integridad de ésta a la vez que controlando el paso por él. Premisa fundamental de éxito en casos de conflicto bélico. [5] ¿Y cuál era el sistema de transporte en época romana?
Sistema de transporte
En cuanto a los vehículos utilizados, según nos cuenta Uriol Salcedo, destacaba la rheda, silla de postas de cuatro ruedas; el carpentum, un coche cubierto, de cuatro ruedas al servicio de altos funcionarios; la birota, de dos ruedas, servía para llevar equipaje; la vereda, de dos ruedas y descubierta y por último la clabula, carreta para el transporte de mercancías pesadas. La vereda y la birota, eras arrastradas por tres caballos y eran de dos ruedas. La rheda y el carpentum eran de cuatro ruedas e iban arrastrados por ocho mulas en verano y diez en invierno. La clabula, por su parte, por bueyes o asnos.
Carpetum (modelo de carruaje romano). Fuente:http://imperioromanodexaviervalderas.blogspot.com
El servicio solo podía utilizarse con una autorización y por escrito, y esta misión estaba reservada a los prefectos. Se daba preferencia a los oficiales imperiales y al transporte de mercancías que iban a Roma. Los oficiales tenían que ir con una autorización firmada por el emperador o por algún alto dignatario de la corte. Los gobernadores provinciales debían hacer un moderado uso del servicio público para su uso personal y utilizarlo en casos necesarios y urgentes. Las autorizaciones a personas particulares solo se debían otorgar a personas muy cualificadas.
Algo que nos resulta muy interesante es que, se prohibía el maltrato a los animales por parte de los conductores, con motivo de acelerar la marcha, etc.,[6] aunque saber si esta obligación se cumplía o no es otra cosa muy distinta.
¿Cómo era la pavimentación de las calzadas?
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