Programa BOCADOS DE SALUD MENTAL, episodio #2, con Noelia Sancho licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia. Másters de Psicología General Sanitaria y de Neuropsicología. Actualmente es la psicóloga de la Unidad de Terapia Nutricional del Instituto Valenciano Digestivo IVADI, en el Hospital Casa de Salud de Valencia.
Durante el podcast, Noelia Sancho, nos habla de la DEPRESIÓN POST-VACACIONAL.
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PODCAST
Estar de vacaciones en cualquier lugar se asocia generalmente a descanso, relax, paz, felicidad, interrupción de la vida cotidiana, aflojamiento de las costumbres y de la moral, etc. El hombre en estas circunstancias tan distintas a la cotidianeidad del trabajo parece disfrutar del paraíso perdido. Por eso, la vuelta al trabajo y todo lo que ello conlleva (prisas, consancio, atascos, ruidos, rutina, presiones laborales, estrés, etc.) se hace especialmente difícil (a veces muy cuesta arriba) después del período estival de vacaciones. Millones de personas regresan de nuevo a las rutinas de las grandes ciudades. Una mujer me manifestaba: «No sé qué me pasa; no tengo ganas de hacer nada, me encuentro con los niños, con la casa desordenada y con montañas de ropa para planchar; me voy a acostar para descansar.»
Se trata de la «depresión postvacacional» que viene delimitada por una reactividad psicológica caracterizada por hastío y cansancio, desencanto, inhibición, anhedonia, tristeza, malestar general, ansiedad, fobia social, etc. Un problema transitorio que puede realmente convertirse en algo más preocupante.
La adaptación laboral
De nuevo nos encontramos súbitamente, tras el paréntesis vacacional, con las nuevas obligaciones laborales (¡y familiares!), con un estilo de vida muy peculiar (trabajo, casa, dormir, etc.) y con menos horas de sol. Esto conduce a alteraciones conductuales tales como irritabilidad, apatía, falta de atención, tristeza, cansancio físico y psíquico, anergia y adinamia. Estas perturbaciones comportamentales que experimenta el individuo tras el período vacacional pueden ser más intensas en individuos especialmente predispuestos y altamente vulnerables. Además hay que tener en cuenta que aproximadamente un 70% de las personas no se sienten cómodas en sus trabajos. Por tanto, esta inadaptación crónica en su puesto de trabajo va a facilitar la aparición del síndrome postvacacional.
Un trabajo muchas veces impersonal, frustrante, rutinario, que impide el desarrollo personal, la autorrealización y un estilo de vida más armonioso, saludable y social. Naturalmente muchas de estas personas que se reincorporan a su trabajo van a necesitar ayuda psicológica y/o médica, sobre todo cuando los síntomas (irritabilidad, depresión, molestias psicosomáticas, fatiga, anhedonia, depresión anérgica, etc.) presentan una gran intensidad y persistencia en el tiempo. Asimismo, la incertidumbre en su puesto de trabajo, la frustración laboral y la falta de expectativas conducen a numerosos trastornos psicosomáticos.
El escenario en el que nos movemos en el período vacacional es absolutamente distinto. Unas reflexiones, en este sentido, quizá nos ayuden a entender este fenómeno. Me encuentro al borde de una piscina y observo con curiosidad a los bañistas. Niños, jóvenes, adultos, todos parecen disfrutar de un frenesí sin límites, rebosante de alegría y dinamismo. Pero esta atmósfera de paz y tranquilidad se puede ver interrumpida por situaciones insospechadas de tensión y estrés provocadas por el contexto situacional de las propias vacaciones. El contacto frecuente con todos los miembros de la familia, la incapacidad de disfrutar o divertirse, el abuso del alcohol y el tabaco, los gastos económicos, los ruidos, el calor, la masificación en las carreteras y en las playas, los cambios alimentarios con posible déficit en los principales micronutrientes (vitamina C, carnitina, vitamina B, ácido fólico, ácido pantoténico, hierro, magnesio, potasio y cinc), las previsibles intoxicaciones alimentarias, etc., son variables que se entrecruzan y llegan a producir paradójicamente el «distrés vacacional».